Varios estudios
realizados en diversos países entre 1981 y 1992 exploraron la imagen que de los
científicos tenían los niños y las niñas. Consistentemente se encontró que
persistía una imagen estereotipada. Las
representaciones más frecuentes mostraban un hombre (muy raras veces mujer),
calvo o despeinado, solitario, con lentes y bata de laboratorio y presuntos
rasgos de maldad o locura. Estudios de este tipo y otros análisis de elementos
culturales como novelas, cómics, películas y programas de televisión dan
globalmente una imagen no atractiva, y distorsionada en muchos aspectos, de las
personas dedicadas a la ciencia, su vida y su trabajo profesional.
Un estudio más
reciente (Vázquez y Manassero,1998)*, ha señalado que el estereotipo, al menos
en la población estudiada, alumnos y alumnas españoles de 13 años, ha empezado
a cambiar. Al pedirles que dibujaran una persona de ciencia trabajando, se vio
que aunque representaron más hombres que mujeres, en la proporción de dos a
uno, hay una clara tendencia al alejamiento del estereotipo masculino. Los
casos en que los alumnos dibujaron un personaje excéntrico o loco, fueron más
bien excepcionales. Tampoco se notó en una abrumadora mayoría la calvicie, el
cabello despeinado y los lentes. La bata blanca continuó predominando aunque
fueron consideradas otras opciones como vestimenta. Persistió el laboratorio
como lugar principal de trabajo (donde tienen especial importancia los objetos
de vidrio), pero fueron considerados otros lugares como espacios al aire libre,
bibliotecas, aulas y fábricas.
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